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lunes, 1 de septiembre de 2025

TODO ARDE

ARDE.
Y mientras tanto fallecen Abel, Jaime y otros voluntarios, bomberos y granjeros que fueron a apagar la llama que produce la absurdez del capitalismo político. Y fueron con sus desbrozadoras, sus tractores, sus palas y sus corazones, a apagar aquello que jamás debío haberse prendido.

ARDE.
Y mientras tanto David Lafoz murió por la negligencia burocrática que asola a los que queremos tocar la tierra y sudar con ella, los que amamos el rural no para verlo dos días sino para mantenerlo todo el año, los que buscamos la libertad en la gestión y en la labor autónoma de nuestra tierra, que es de todos. 

ARDE.
Y mientras tanto la juventud del campo se ve obligada a buscar la picaresca para poder sobrevivir desde la libertad del hacer. Sobran leyes, sobran papeles, sobra control. Faltan facilidades, faltan regulaciones contra la especulación oligopólica, nos falta Berneri y su sentido común. 

Nos limitan con permisos la potestad de sacar leña, recoger piñas, rehacer caminos, cobrar los productos elaborados con la dignidad que merecemos y no a través de una maldita subvención que nos obliga a depender de sus antojos. Nos legislan hasta el último recodo de nuestro hacer, nos suben tasas y trámites para que el juego del emprendimiento sea un laberinto en el que solo se otea la salida si pagas a cada paso. 

Nos roban el monte, el agua y hasta el aire. 

Y mientras, TODO ARDE.

Nos hablan de especialización, de monocultivos y producción intensiva. Nos encierran en cubículos que nos monotematizan. Nos impiden con trabas y más trabas diversificar, hacer pluricultivos o labores extensivas con ganado, nos hacen elegir entre animales o vegetación cuando la combinación de ambos es más eficiente, más sana, más lógica en todos sus formatos. 

Muchas compañeras estarían trabajando el surco, oteando las reses, apañando los frutos, pateando el monte sacando leña o ramoneando la silva, sacando aromáticas y proliferándolas, controlando la fauna en busca de su equilibrio. 
Pero nos roban los mudalares y las merindades, nos eliminan la obligación humana de comunicarse el pueblo, de asamblearse, para decidir sobre su territorio, para cuidar nuestro territorio sin papeles, ni trámites, ni empresas que buscan el lucro por encima del buen hacer. Compran el monte a cambio de cuatro perras para mejoras de los pueblos, unas perras que no llegan de otra manera más que a través de la especulación. 

Y mientras, TODO ARDE. 

Hablar de anarquismo y comunismo libertario en estos tiempos es una necesidad casi obligatoria. Ya no es un derechas o izquierdas, ya es capitalismo o humanidad. Es aprender de las enseñanzas de los que pusieron ideal a sus vidas, de los que creyeron en la soberanía del ser en colectivo, y renovarlas con un nuevo espíritu. 

Donde la pastora sea libremente en el monte
Donde la curandera sea libremente en el monte
Donde la leñadora sea libremente en el monte
Donde la arriera sea libremente en el monte
Donde los comunales sean libremente comunes en el monte

Queda todo por hacer, pero el monte y nuestros corazones arden mientras su negligencia nos traba en nuestra labor.

Empecemos con protocolos de resolución comunal de catástrofes y continuemos con labores anuales de trabajo autónomo de montes. 
No necesitamos permisos ni técnicos que nos marquen el árbol a tirar. Precisamos de caballerías de saca forestal y ganado a monte que trabaje todo el año los cortafuegos. Precisamos que el dinero que se llevan cuatro empresas privadas sea revertido en personas concretas que cuiden los animales que cuidan de nuestros campos. Aquí una mano levantada que trabajaría pezuña con pezuña con rebaño de burros y cabras, un sueño que una hija del proletariado, una sin tierra, ve difícil y con demasiadas zancadillas para poder alcanzarlo. 
Que distopía, que mi mayor sueño sea vivir con una burrica, darnos mutuamente una vida digna, y que ello sea especismo para unos y un juego de tasas y papeles para otros. Y todo mientras veo las llamas a diez metros, sin permitirme llorar a pesar de tener el corazón roto. La mía bisagüela tampoco habría llorado, habría cogido la azada y el cubo, como yo, para ir brava y guerrillera a apagarlo.

Que viva la cabra mesetana y la burra zamorana. Que viva esa gente valiente de los pueblos que "bajo su responsabilidad" se quedan en las suas casas a proteger lo poco que se les permite proteger. Que vivan esos bomberos y brigadistas que están echando horas a pesar de la fatiga, el humo y la llama. Que viva el rural, pero el rural de verdad y no el especulativo, ni el abocado al turismo, ni el incongruente con el territorio. Que viva el nueso rural del hacer, en colectivo y a través de los nuesos corazones, un mundo mejor. 

Ayer no lloré mientras apoyaba a los vecinos a que las suas casas no fueranse queimadas. Hoy lloro rabia, una rabia ancestral que no se ahoga en las llamas.

TODO ARDE
PERO MÁS ARDE NUESTRA RABIA. 

@na_cima_dos_montes